Ampliamos fronteras desde el micro. Viajamos por primera vez a la provincia de Segovia, de la mano de Miroevents S.L., para ejercer como speaker oficial de la Riaza Bike Race, celebrada en la localidad de Riaza. Fue un evento de dos días, con dos etapas y dos intensas jornadas. El primer día se disputó una gymkana para las categorías infantiles y la prólogo para los adultos. Ya en la segunda jornada, se celebraron una marcha de 70 kilómetros, otra más corta de 40 kilómetros y una prueba infantil de 8,6 kilómetros.
No era la primera vez que trabajaba con dicha empresa. Ya me conocían de un par de eventos anteriores, lo cual siempre es una buena señal: que confíen en mí para otro proyecto. Recibí la llamada de Rubén hace un tiempo, la valoré y decidí estar presente en la Riaza Bike Race 2025.
El evento tenía un aspecto diferencial: se disputaría en dos etapas. Una prólogo el sábado por la tarde y una prueba más larga el domingo. Los participantes que decidían competir en ambas jornadas debían, obligatoriamente, realizar la prueba larga de 70 kilómetros.
El viernes por la tarde, con tranquilidad, viajé hasta la localidad segoviana de Riaza. Fue un trayecto calmado, con precaución y sin prisas. Riaza no es muy grande —cuenta con unos 2.100 habitantes—, así que no tardamos mucho en encontrar la zona donde estarían ubicadas la salida y la meta del evento. Ya llevábamos la referencia desde casa: sería en el Parque Público de El Rasero.
Por allí ya se encontraba parte del equipo de Miroevents ultimando detalles de cara al intenso fin de semana que nos esperaba. El ambiente ya tenía toda la pinta de un gran evento deportivo: los arcos montados, las vallas colocadas, las lonas publicitarias, el camión-pódium... Uno empieza a ponerse nervioso cuando llega y ve todo listo desde el día anterior.
Durante la tarde, tuve tiempo de dar una vuelta por el centro de la localidad. Calles estrechas, algunas empedradas con adoquines, pero lo que más me sorprendió fue la Plaza Mayor de Riaza: el suelo era de arena. La verdad es que nunca me había tocado ver algo así. Curioso, cuanto menos.
Ya por la mañana, temprano, nos reunimos con todo el equipo de trabajo para ir a la zona de salida y preparar lo que sería la jornada matutina. Una gymkana de BTT para categorías infantiles, que se desarrollaría en el Parque del Rasero y consistía en un circuito de unos 500 metros, con una pirámide, un balancín y una zona de conos para realizar un zigzag. Les dábamos la salida cada dos minutos, y la verdad es que estuvo genial.
Tras la prueba, aproveché un rato libre para visitar algunos pueblos de la zona. Primero pasé por la Ermita de Hontanares, situada en medio del monte, y luego visité varios de los llamados Pueblos Rojos y Pueblos Negros. Algunos están construidos con tierra ferruginosa, que les da un tono rojizo a sus fachadas, mientras que otros están hechos con pizarra, lo que les da un color negro característico. Estos pueblos no superan los 20 habitantes, según el INE en 2024.
Por la tarde tuvo lugar el prólogo de los adultos. Con la misma dinámica que la gymkana infantil, con salidas cada dos minutos a modo de contrarreloj, fuimos dando paso a cada participante. De repente, un gran nubarrón descargó rayos, truenos y una fuerte lluvia que obligó a paralizar la prueba durante 50 minutos. El recorrido era muy llano, de unos 8,6 kilómetros, y además de la prueba individual, se podía participar en parejas masculinas, femeninas o mixtas.
Salvada la tarde, ya que la lluvia que cayó fue monumental y tras la entrega de premios de la primera jornada, aproveché para visitar una localidad cercana, Ayllón, donde había visto unos carteles que anunciaban un festival de danzas. Actuaron el grupo de danzas de Alberite (La Rioja) y los propios grupos de dulzainas y danzas de Ayllón. Tengo especial devoción por los bailes regionales, ya que durante varios años de mi juventud participé en el grupo de danzas de mi pueblo, Falces (Navarra). El pueblo me encantó. Había leído que era muy medieval y con mucho patrimonio histórico, y además disfruté de un bonito espectáculo.

Ya la mañana siguiente tocó madrugar y volver al Parque del Rasero para recibir a los participantes que se enfrentarían a la prueba corta de 40 kilómetros o a la prueba larga de 70, que los llevaría hacia la sierra, inicio de la montaña donde se encuentra la estación de esquí de La Pinilla, y que además los conduciría a varios de los pueblos que habíamos visitado el día anterior.
La salida conjunta fue a las 9:00 de la mañana. Me gustó el ambiente de estos dos días, porque a muchos participantes ya los conocíamos del día anterior, así que ya había cierta confianza y cercanía con muchos de ellos.
Treinta minutos después, a las 9:30, comenzaba la segunda jornada para las categorías infantiles, que se enfrentarían a una carrera de 8,6 kilómetros, coincidiendo el recorrido con el prólogo adulto de la tarde anterior. Aquí, al igual que con los mayores, conocíamos a muchos de los niños y familiares con los que ya habíamos coincidido esa misma mañana, así que todo fue genial.
Durante toda la mañana estuvimos recibiendo participantes en meta, llegados de toda la geografía española. Realmente, no conocíamos a nadie, salvo a un paisano de Arguedas que no dudó en saludarme el día anterior, y con quien ya entablamos más relación.
La gran mayoría venía encantada con el recorrido, aunque destacaban un cortafuegos ubicado a unos 8 o 9 kilómetros de la meta, que añadía una dureza especial a la carrera y que obligó a muchos participantes a echar pie a tierra.
Las anécdotas no faltaron. Por un lado, como buen navarro, a eso de las 11:55 pusimos en el móvil el txupinazo de Pamplona en directo y brindamos con una caña por unas buenas fiestas. La segunda ocurrió casi al final del evento, cuando ya llevábamos unas seis horas. Apareció un campamento de verano con su monitora y unos 10 o 12 niños, proponiéndonos un juego de "trueque". Ellos tenían que cambiar un clip azul por otro objeto. No dudé en participar y les cambié ese clip por mi bolsita donde guardaba la esponja contra el aire del micrófono. Esa bolsita luego la debían cambiar con otra persona por otro objeto y así seguir la cadena. No os digo más, que acabamos bailando en el escenario con ellos, así que le quitamos un ratito a la monitora para el cuidado y entretenimiento de los menores. 20 años de trabajo con menores nos avalan.

Habíamos entregado los premios tanto de la segunda jornada como de la clasificación general de los dos días. Mucha gente ya se había ido, pero por allí seguía el equipo de trabajo, al que debo agradecer su acogida y compañerismo. Cuando aparecieron los dos últimos participantes que cerraban la meta tras casi seis horas y media, dimos por finalizado el evento, al menos mi parte de locución.
Eran cerca de las cuatro de la tarde cuando fui a un bar de la plaza a comer. Como buen paisano que no le hace ascos a nada y que le gusta probar cosas típicas de la zona, le pregunté al camarero qué plato era típico y recomendable allí. Descartamos el cordero asado, que era por encargo, y nos decidimos por un platazo de alubias con tocino, morcilla, callos, chorizo... y después un codillo asado... tremendo.
El café lo tomamos en una mesa con unos amigos asturianos que habíamos hecho durante el fin de semana en la carrera y que aún seguían por allí. También estuvimos con el equipazo de Mtb Queens de Colmenar Viejo, que también estaban en la Plaza Mayor.
Riaza Bike Race fue toda una experiencia para mí. Un fin de semana de lujo y de grandes momentos compartidos con las mismas personas durante todo el evento. Esto solo lo habíamos vivido en un par de torneos de fútbol, así que compartir sábado y domingo con la misma gente lo recordaremos como una gran experiencia para todos nosotros.
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