sábado, 5 de julio de 2025

CRÓNICA TRIKU TRAIL "DESDE DENTRO"

Hubo un tiempo en el que seleccionaba las carreras que quería hacer, prácticamente una cada fin de semana o cada dos. Después, llegó otra etapa en la que se nos metió en la cabeza el sub-3 en maratón, y esos fines de semana en nuestro calendario eran sagrados. Prioridad a la maratón frente a otras cosas.

Ahora, entre que no estamos en forma y que los días libres son pocos, no me queda más que mirar qué día tengo libre, qué carrera hay ese día, y a esa que vamos. Nos pasó con la de Bera, y ahora nos ha pasado con la de Etxarri Aranatz: día libre, media maratón de montaña… para aprovechar bien la mañana.

Ya conocíamos la Triku Trail. La había corrido en 2023 y guardo un gran recuerdo, ya que la hice junto a mi primo Asier, en su debut en carreras de montaña un poco más largas de lo que él estaba acostumbrado. Volvíamos dos años más tarde, pero esta vez, cada uno por su lado.




Desde la organización nos avisaron la tarde anterior de que, debido a las altas temperaturas, la carrera se adelantaría una hora, y la prueba larga de 21 kilómetros y 1.300 metros de desnivel positivo saldría a las 8:30.

¡Genial! Por suerte, no tenía que desplazarme por la mañana, ya que me encontraba en la zona. La tarde anterior había corrido, a escasos 15 minutos, la carrera solidaria de Ziordia junto a la gran familia de Aurrera Markelekin.

A primera hora había quedado en el parking del camping de Etxarri Aranatz, lugar desde donde parte la carrera, con varios compañeros de Peralta y Falces para ir a recoger el dorsal. Veníamos en grupo, pero cada uno iba a hacer la carrera por su cuenta.

Recogimos el dorsal y dudamos qué hacer con la pedazo de bolsa del corredor: si dejarla en la consigna o llevarla al coche. Yo decidí llevarla al coche, así que tocó otro paseíco hasta la zona del parking, y luego vuelta nuevamente para dejar las cosas en la consigna. 

Me tomé esos dos paseos como parte del calentamiento, ya que enseguida me coloqué en el cajón de salida. Saludos a conocidos, y alguna que otra sorpresa al verme con dorsal. Pero sí, esta vez tocaba. Tras un aurresku que no llegué a ver porque estaba en las últimas filas del grupo, nos dieron la salida para disfrutar de un carrerón.





Tenía el recuerdo de esta carrera como una de tres grandes subidas, así que había que tomárselo con calma desde el principio. Al igual que en Bera, mi idea era salir desde atrás e ir cubriendo kilómetros poco a poco, sin forzar demasiado la maquinaria. De hecho, me iba mirando el pulso continuamente para asegurarme de que no se disparara.

Desde el inicio, en cuanto la cuesta picaba un poco hacia arriba, tocaba caminar, sin gastar fuerzas en exceso, que seguro iban a hacer falta en la parte final. Así fueron cayendo los kilómetros, disfrutando de cada paso, de cada zancada, de cada cuesta. De los ánimos de los voluntarios, de los avituallamientos —en los que paramos en casi todos—.

Y sí, el calor apretaba, pero la carrera es muy sombría, y la verdad es que se agradecía estar metido entre tanta vegetación.






Subí bien el primer monte, pero bajé de aquella manera, porque, entre que ya no tenemos la confianza para bajar como antes y que la bajada, además de empinada, estaba seca y tenía bastantes canales abiertos por la erosión del agua, pues eso: riesgo cero para evitar cualquier percance en forma de caída o torcedura.

En el kilómetro 10, aproximadamente, pasamos por el avituallamiento de Lizarrusti. Me tomé un pequeño descanso, me hidraté bien, volví a llenar el botellín y hala, al lío.

La segunda subida la recordaba larga, pero quizás no tanto como esta vez, y eso que mantuvimos un ritmo constante desde abajo, controlando el pulso. Pero aquello no dejaba de subir.

La bajada me resultó menos técnica que la primera; la bajamos bien. Mi cabeza no pensaba en otra cosa que en la tercera y última subida. Habíamos guardado fuerzas, "supuestamente". Volvimos a parar e hidratarnos bien en el avituallamiento antes de tomar la senda. Nos refrescamos la cabeza en los barreños y, cuando nos pusimos en marcha para subir con todas nuestras fuerzas y ganas… huy, huy, huy… ya íbamos justitos de fuerzas. No podíamos tirar para arriba como pensaba.


Así que, con cabeza, hicimos un grupito de tres y paso a paso, como diría aquel. Sin prisa, pero sin pausa. No parando, pero a un ritmo muy inferior al que pensaba llevar en esta parte.

Coroné, volví a parar y a refrescarme antes de la última bajada, y venga, que ya quedaba poco. La bajada fue bien, cómodo, pero cuando llegué al llano… ya eran algo más de 2 kilómetros por un recorrido muy bonito, pero mis piernas ya no daban más de sí. Corrían por inercia.

Cartelón de 1 kilómetro a meta. Tiramos de pensamientos, imágenes y recuerdos bonitos que habíamos vivido, y así llegamos a la zona del camping para atravesar el arco y convertirnos en finishers de la Triku Trail, con un tiempo de 2:44:07, quedando en la posición 68 de 252 participantes en meta.






Reencuentro con los compañeros en la zona verde del camping, recogida de mochila y directo a la piscina a refrescarnos. Del avituallamiento de meta poco pude disfrutar; el estómago lo tenía hinchado de tanta agua que había bebido. Tampoco pasé por los masajistas que estaban como servicio de la prueba, pero es que las piernas las tenía para “mírame y no me toques”.

Al haber adelantado la carrera una hora, terminamos también relativamente pronto, así que, tras otro fin de semana danzando de lado a lado, carrera va, carrera viene, decidí no alargar más la estancia por allí, a pesar de estar súper a gusto. Pero aproveché para regresar cuanto antes a estar con la familia, que desde el viernes llevaba sin ver.

Triku Trail, me llevo otro buen recuerdo tuyo: de tu organización, de tus voluntarios, de tus servicios, de un buen marcaje y del agradecimiento por el adelanto de la hora de la prueba. No la corrimos, pero por si os animáis otro año, también hubo una carrera paralela de 10 kilómetros y 565 metros positivos, por si fuera de vuestro interés.




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