Pocos cambios —por no decir ninguno— respecto a las ediciones anteriores. Así que, sin perder tiempo, cada cual se puso a lo suyo para dejarlo todo niquelado antes de que empezaran a llegar los participantes a recoger la pedazo de bolsa del corredor, repleta de productos de Argal, 226, Kaiku, Estrella Galicia, Josenea y A 4X km. (A mí también me cayó una, gentileza de la organización).
La tarde anterior había participado, con dorsal, en otra carrera que se celebraba en Navarra: Larreak Bizirik. Varios corredores tenían pensado hacer doblete, igual que yo; la diferencia es que ellos iban con dos dorsales y yo con un dorsal… y un micro. La cuestión era volver a encontrarnos y disfrutar de ese ambiente tan bueno que se respira en los momentos previos a cualquier carrera.
A las 10:00 comenzaba con las carreras infantiles. Varias pruebas a lo largo de la Calle Mayor fueron animando la mañana y creando un ambiente magnífico. En esa misma calle ya estaban instalados los puestos del mercadillo que, un año más, se sumaban al evento para dar visibilidad y complementar los servicios ofrecidos a los participantes.
Txapel, con sus cervezas; Magalean, con ropa de alma rural; Txusa, con sus cremas; Blanca, con su propuesta de librería y juegos; y Saida y Roberto, dando visibilidad a ANECS (Asociación de Niños Enfermos de la Comarca de Sangüesa) además de ofrecer queso y galletas para deportistas. Estos fueron los puestos que este año llenaron de vida y color el evento.
A las 11:00 tocó dar la salida a la prueba absoluta. Una única distancia de 10,5 kilómetros con 550 metros de desnivel positivo que llevaría a los corredores por la Sierra de Leyre, en un recorrido relativamente sencillo y corto para todo lo que podría dar de sí la zona. Siguiendo el trazado de las ermitas —recientemente balizado y limpiado—, los participantes alcanzaban el punto más alto: Romastaca, a 933 metros de altitud.
El recorrido ofrecía pasos muy curiosos, como el Puente de las Cabras, el entorno de la fábrica de Argal o zonas de mucha vegetación que, después de las últimas lluvias, estaban especialmente bonitas. También había tramos técnicos, como el inicio de la bajada, con lajas resbaladizas que obligaban a extremar la precaución. Y, para rematar, un final de carrera exigente, con un buen cuestón que llevaba directamente a la zona de meta, donde se concentraba más público para animar a los participantes en sus últimos metros.
Desde mi posición en meta no puedo ver esa última cuesta, pero aun así apuré hasta el último instante para descubrir quién y cómo aparecería el primer corredor a unos 100 metros de la llegada. En cuanto lo vi asomar, salí corriendo hacia la meta para recibirlo y ver de cerca cómo entraba el primero. Además de cruzar el arco de meta metálico y personalizado, tuvo el honor de ser también el primero en hacer sonar el gran cencerro que cuelga allí. Eduardo Esteban se llevó la victoria sumando una mas a su palmarés.
Ya desde mi posición en meta fui nombrando y animando a todos los participantes que iban terminando la carrera, hasta que llegó la primera chica: Ilargi Pérez, la más rápida de la mañana del domingo.
Entre la llegada del primer participante y la del último transcurrió casi una hora en la que estuve recibiendo a corredores con sensaciones muy distintas. Ese final tan exigente les cambia la expresión en cuestión de segundos.
La llegada del participante más lento de la mañana se vive con bastante expectación en esta carrera, ya que la organización tiene un detalle muy especial con esta persona: entregarle un trofeo, una zoca. Debe guardarla durante todo el año y, en la edición siguiente, devolverla en la carrera para que el nuevo último clasificado se la lleve a su casa.
Antes de que llegase el último participante, también di paso a la apertura del lunch. Un ágape muy completo en la plaza, que sirve para que corredores, corredoras y familiares disfruten de un buen rato, más aún con la magnífica temperatura que tuvimos.
En la parte protocolaria de los premios comenzamos con los sorteos entre los participantes, con comidas y cenas en varios establecimientos de Lumbier. A continuación se entregaron los premios absolutos y locales de la carrera, así como los correspondientes a la clasificación general del Campeonato Ekialde, que incluye las pruebas de Liédena, Aibar, Burgi, Otsagabia y Lumbier.
Para el final quedó la tradicional foto de familia de los voluntarios y voluntarias de Iturbero Trail. Después, se sorteó entre ellos un premio muy esperado por todas las personas que hacen posible esta carrera.
Sin tiempo para más, despedí la jornada hasta el año que viene. Así que ya saben: si quieren disfrutar de otra bonita carrera, estén atentos y atentas, porque los dorsales vuelan.


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