El lugar merece ser visitado. Es un parque espectacular, lleno de paz y tranquilidad, con abundante vegetación y agradables zonas de sombra. Además, cuenta con monumentos, historia y una subida icónica de la localidad. También hay un bar con terraza para disfrutar del entorno. Y si, además, el Ayuntamiento de Cascante organiza una carrera junto con el Club Deportivo Cantera, la cita se convierte, casi casi, en obligatoria.
De todo esto pudimos disfrutar el pasado sábado por la tarde, durante la celebración de la XXIII Subida al Parque del Romero de Cascante. Además de lo ya mencionado, el ambiente fue inmejorable, ya que la prueba formaba parte del circuito de Carreras Populares Ramón Óptica —concretamente, era la séptima—, lo que siempre aporta un carácter familiar y muy agradable al evento.
Como ya os he dicho, el lugar merece la pena, así que convencí a mi familia para que me acompañase al evento. Nada más llegar, sufrimos las primeras consecuencias de las alergias. Y es que, en estas últimas semanas, se ha notado —y mucho— que el ambiente está especialmente cargado. Las molestias nos acompañaron durante toda la tarde, así que he de reconocer que nos tocó sufrir un poquito para estar cómodos en nuestro trabajo, entre pañuelos, moquita y estornudos. No acostumbro a llevar gafas de sol en los eventos, pero aquí no me quedó otro remedio que protegerme los ojos.
Una vez montado todo el equipo, aprovechamos para dar una vuelta por el parque. Nos dirigimos a la cuesta de hierba y adoquín, tan característica de Cascante como exigente, especialmente durante la carrera. Y es que hay que subirla dos veces con el dorsal en el pecho. En lo alto de la cuesta se encuentra la Basílica de Nuestra Señora del Romero y un precioso mirador con vistas a la Ribera de Navarra, con el Moncayo como majestuoso telón de fondo.
Terminamos dando un paseo por los senderos y zonas de sombra del parque, haciendo un poco de tiempo antes de comenzar con la previa de las carreras infantiles. Ya se podía ver a muchos de los participantes, acompañados por sus familias, acercándose a recoger el dorsal y la pegatina de fidelidad del circuito.
Junto a nuestro stand, la organización ya había apilado numerosas cajas repletas de obsequios para repartir entre las cuadrillas del pueblo que se apuntan en grupo. Para los más pequeños, chucherías; y para los mayores, productos más dulces. También había detalles preparados para los grupos más numerosos que no eran de Cascante.
Desde la organización hacen un trabajo enorme señalizando todos los recorridos con cintas por todo el parque. Es una prueba de tipo cross, con prácticamente todo el recorrido cerrado por ambos lados. El año pasado me pareció una locura, pero viendo que lo tenían todo súper controlado, estuve mucho más tranquilo. Los que se veían un poco más nerviosos eran los participantes que venían por primera vez, sobre todo en categorías inferiores, pero enseguida les transmitíamos tranquilidad porque el circuito estaba muy bien señalizado.
Es una carrera en la que, en cada prueba, tenemos que movernos de la zona de salida a la zona de meta, ya que están separados por unos 80-100 metros. Lo mismo les ocurre al comité de jueces de la Federación Navarra de Atletismo, que controlan las salidas y las llegadas. Así que nos pasamos toda la tarde de un lado a otro, narrando la carrera, animando a los participantes, pidiendo por favor que no se crucen por los caminos del recorrido y saludando a los corredores adultos que van recogiendo su dorsal para participar más tarde en la carrera de 5.000 metros.
A las 17:30 comenzamos con las pruebas infantiles, realizando diferentes recorridos según la edad. A las 18:15 dimos la salida a la prueba absoluta, con más de 150 participantes que se enfrentaron a una vuelta corta por el parque y a dos vueltas más largas, que salían un poco de la zona y obligaban a subir la famosa cuesta de Cascante. Además, es el lugar donde más gente se sitúa para ver la carrera, no sé si para animar o para disfrutar viendo sufrir a los corredores.
La carrera, como espectador- locutor, resulta entretenida, porque por cualquier zona del parque podemos ver pasar a los corredores. Hay que estar muy atentos a todo. Además, es una prueba ‘cortita’, pero muy explosiva, de 5 kilómetros, en la que los primeros llegan a meta en poco más de 15 minutos.
Carrera de infarto en la categoría masculina, con Sergio Tejada como vencedor por tan solo 2 segundos frente a Héctor Miguel, aventajando en un minuto a Yelko Pardiñas, quien ya había ganado una carrera por la mañana. En féminas, intratable una vez más, Miriam Izal, acompañada en el podio por Olmo Vidondo, que remontó varias posiciones, y Virginia Quellca, otra habitual en los podios de carreras populares.
El calor era sofocante en la tarde del sábado, por lo que en el avituallamiento de meta la fruta fresca voló. A cada corredor, nada más terminar la carrera, se le ofrecía una botella de leche de uno de los colaboradores. Os puedo asegurar que estaba exquisita, porque también la hemos probado estos días.
En la entrega de premios, este año ya no nos sorprendió, y es otra de las curiosidades de esta carrera: salen a recibir premio cuatro participantes en lugar de los típicos tres primeros. Aquí, los más rápidos y rápidas, además del trofeo, se llevan también productos locales riquísimos.
Tras la despedida y cierre del evento, con bailoteo incluido por parte de la organización y del equipo colaborativo de la Peña Azagresa —que disfrutaba de los dulces típicos tras llevarse el premio al club más numeroso de fuera de Cascante—, aprovechamos para tomarnos un trago con parte de la organización en la terraza del bar del parque. Ya sin música ni ruido, comentamos lo acontecido durante la tarde, hablamos de otros eventos culturales, deportivos y gastronómicos de la ciudad, y tratamos de combatir las consecuencias de una maldita alergia que nos puso a prueba durante toda la tarde.
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