Los 400 participantes —cupo máximo— llenaron las inscripciones para ambas distancias. La larga, la mítica: 21 kilómetros con 1.400 metros de desnivel positivo. Un recorrido duro, exigente y técnico, pero en el que todo ese sufrimiento se compensa con las vistas: desde arriba se puede ver toda la cuenca de Sangüesa, el pantano de Yesa, el Paso del Oso —ese agujero natural en la roca que los que corristeis el recorrido largo veríais en la primera parte de la carrera—, la cruz del Castellar, la Foz de Arbayún, la cima del Arangoiti y unos paisajes y bosques de cuento.
También hubo participantes que se animaron con el recorrido más corto: 7 kilómetros y 600 metros de desnivel positivo, que es una pasada. Los primeros 2,5 kilómetros son de subida con 500 metros positivos, luego viene un poco de “llaneo” con sus toboganes, y se pierde todo el desnivel en una única bajada. Corta, pero intensa.
Mención aparte merece la bolsa del corredor. Este año contenía: vino, crema de calabaza, avena, productos variados, frutos secos, sudadera para chico o chica y un bote de miel casera hecha por la familia de Juan Miguéliz. Recibiendo esta bolsa, empieza bien el día de carrera.
Se iba acercando la hora de la salida —bueno, en realidad eran las 9:40—, pero ya se había abierto el corralito para que entraran los participantes. Esto me permitió acercarme más a ellos y conocer sus sensaciones antes de la salida, que se daría de manera conjunta a las 10:00.
En los momentos previos se vivieron actos protocolarios muy emotivos: Miguel Ángel dedicó unas palabras tanto a la carrera como al recuerdo de Juan Migueliz, que este año se cumplirán 10 años del fatídico accidente que le costó la vida en la montaña. A continuación, el grupo de dantzas Rocamador de Sangüesa nos deleitó con un precioso baile, y finalmente, el padre de Juan Migueliz cortó la cinta antes de darnos paso a nosotros para animar los últimos dos minutos previos a la salida.
Ya teníamos a todos los participantes por los senderos de la Sierra de Leyre y tocaba esperar a que los corredores del recorrido corto llegasen a meta, aproximadamente 45 minutos después. Mientras tanto, nos apoyamos en la página web de los cronometradores, donde podíamos seguir las clasificaciones en vivo en varios puntos de la carrera y así narrar lo que iba sucediendo por el monte.
Esos 45 minutos se pasaron volando, y así, en 43'29", se presentó Egoitz Zozaia, rebajando su propia marca como primer clasificado del recorrido corto y repitiendo triunfo, como ya hizo en 2024 en la primera edición de esta distancia. En chicas, una contentísima Guratz Azpiroz —que recuperó las sensaciones y, sobre todo, la sonrisa y el gusto por correr tras unos meses un poco bajos de moral— se llevó la victoria.
Entre entrevistas, cachondeo, bailoteo, fotos y vídeos, se nos pasó el tiempo mientras llegaban a meta todos los participantes, hasta que apareció el escoba que cerraba el recorrido corto. Esto aseguró que los corredores del largo y del corto no se mezclaran, y nos permitió preparar una gran llegada para el campeón de la 8.ª edición de la Juan Migueliz Leyre Trail: el triunfo recayó en el corredor de Huesca, Raúl Criado, líder indiscutible de la jornada, que durante parte de la carrera marchaba en tiempos de récord de la prueba. También cabe destacar que, gracias al patrocinador Leadernet, el bote acumulado para esta ocasión era de 2.400 €. Nada mal, aunque el récord sigue estando al alcance de muy pocos corredores. Lo que si que se llevó, además del trofeo, la txapela y el vino, otra novedad que había en forma de premio económico para el campeón y campeona de esta edición.
La campeona fue otra grandísima corredora guipuzcoana, Sarah Ugarte, quien, al igual que Criado, dominó la prueba de principio a fin, manteniéndose siempre en cabeza de carrera.
- CLASIFICACIÓN JUAN MIGUELIZ LEYRE TRAIL 2025 (AQUÍ)
Poco más de cuatro horas tardó el corredor menos rápido en cruzar la meta, acompañado de los escobas de la prueba. Éste se llevó una de las mayores ovaciones de la mañana, gracias a la inestimable colaboración de los participantes y familiares que se encontraban allí, a quienes les invitamos a acercarse a las vallas aunque llevaran en la mano un plato de migas o un vaso de vino, el “recovery” que la organización ofrece a corredores y familiares tras la carrera. Nosotros las probamos a última hora y estaba buenísimas.
Llegó la hora de los premios en el interior de la carpa y de los sorteos. Primero, los trofeos de las diferentes distancias y categorías. Seguido, premios para los voluntarios, entre los que se incluía un viaje a Marruecos, ni más ni menos. Después, el sorteo de un jamón entre quienes habíamos comprado boletos para la rifa. Para concluir, la foto de parte de la familia Juan Migueliz Leyre Trail: entre los que sirven las migas, los que recogen, los que desmarcan y los que hacen su labor y marchan, seguro que en esta foto no aparecen todos y todas, pero volvemos a insistir: más de 250 voluntarios, que se dice pronto.
Tras la despedida y la invitación a todo el mundo a participar en la 9.ª edición, que se celebrará en 2026, quedaba tarea para todos los presentes. La organización debía retirar todo, excepto la carpa enorme; nosotros también teníamos que guardar nuestra parte bien ordenada para el día siguiente y dejar aquello como si no hubiera pasado nada.
Aprovechando nuestro desplazamiento a una zona que nos gusta mucho y que tiene muchísimas cosas para ver y visitar, nos escapamos a las Termas del Pantano de Yesa. Cuando baja el nivel del pantano, aparece el antiguo pueblo de Tiermas y, con ello, agua caliente en un entorno natural precioso. Fue un ratito para disfrutar, relajarnos, visualizar todo lo que habíamos vivido y pensar en que al día siguiente nos esperaba otra bonita jornada deportiva, esta vez de asfalto, en la localidad de Andosilla. Un fin de semana completo.
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